En un pueblo como el mío, Torrelapaja, con gran importancia del sector primario, las profesiones más comunes en el siglo pasado eran agricultores y ganaderos.
Hoy quiero dedicar un capítulo especial a aquellas familias que, o bien dedicadas en exclusiva a cuidar y criar ganados, o bien compaginando esta labor con la del cultivo de la tierra, hicieron de un oficio duro y solitario su modo de vida.
Rebaños de ganado de ovejas en el mundo rural
A mitad del siglo pasado existían en Torrelapaja unos siete u ocho ganados de similar tamaño, en torno a 120-130 ovejas de parir. Cuando sus crías eran incorporadas al rebaño, resultaba un grupo de unas 200 cabezas.
Todos eran rebaños de ovejas y borregos de raza Rasa Aragonesa.
Al igual que hoy en día, estos animales se alimentaban principalmente de hierbas, arbustos y frutos silvestres del campo. Aunque para asegurar un mayor engorde se complementaba el menú con piensos compuestos.
Corrales ganaderos
Cada ganadero poseía dos o tres corrales en los que se cerraba a los ovinos por las noches y se elegía aquel que quedase más cerca del pueblo.
En invierno el corral era siempre el mismo, ya que había que volver donde se encontraban los corderos de cría.
Existían corrales de invierno en la solana y de verano en la umbría, para aprovechar, en la medida de lo posible, el calor o el fresco en cada caso.
Finalidad de los ganados
Las ovejas se utilizaban solo para criar corderos.
Los corderos más grandes se escogían directamente desde el corral para su venta y los más pequeños, se apartaban en el mes de septiembre de sus madres, formando otro ganado para que se engordaran más.
Las corderas vivirían para criar nuevos corderos y los corderos cuando alcanzaban el tamaño idóneo se vendían a carniceros de pueblos cercanos y más grandes, como Villarroya de la Sierra, Calatayud, …
Los corderos que no se conseguía vender eran llevados a la Feria de Aranda de Moncayo, que tenía lugar el 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos.
Aranda y Torrelapaja distan unos veintidós kilómetros entre sí. Monte a través, cruzando por Malanquilla es algo menos, pero este trayecto siempre se realizaba andando. Se tardaba medio día. En muchas ocasiones se salía de casa a las doce de la noche y se llegaba al ferial a las siete u ocho de la madrugada, para aprovechar allí toda la mañana y volver después de comer.
Las ovejas y borregas más viejas para los que no surgían compradores se llevaban a Gómara, donde había mercado los jueves.
La leche de oveja no se usaba para consumo humano, puesto que era una raza que no se ordeñaba.
Esquilo de ganados
A mediados del mes de junio se realizaba el esquilo de todos los rebaños del pueblo.
Se contrataban esquiladores de fuera, a los que además de pagar cada familia por el número de unidades que esquilaban, se les invitaba a desayunar, comer y cenar en casa.
Era, aproximadamente, una semana de trabajo, teniendo en cuenta que cada día le tocaba a un ganado.
La lana, recogida en sacos, se vendía y era una fuente adicional de ingresos.
Esta tarea se llevaba a cabo en planta baja de la Casa de San Millán, que en aquellos años se utilizaba para múltiples usos.
Anécdota curiosa
Mis dos abuelos tuvieron durante 11 años un ganado conjunto y en verano tenían contratado un pastor para poder ellos atender las faenas de la siega.
En el mes de julio era normal quedarse a dormir con el ganado en el corral y soltarlo antes de hacerse de día.
En el verano de 1946 mi padre iba de zagalillo para ayudar a su tío-abuelo, Valentín, que tenía cataratas y no veía en cuanto anochecía.
En cierta ocasión, estando con otros dos jóvenes del pueblo de unos 18-20 años cuidando los ganados en el corral de «Las Cañadas», aparecieron en medio de la noche dos hombres que se sentaron con ellos.
Les ofrecieron «merienda«, pero no quisieron cenar.
Estuvieron conversando y sobre las doce de la noche se marcharon los forasteros. Mi padre, que era tan sólo un niño, al ver que algo les relucía en la cintura, comentó: “Tío, llevan navajas en la faja”.
Los cuatro lugareños se volvieron al pueblo y al pasar por el corral del «Coleto», como estaba el padre de uno de los dos jóvenes y otro paisano, decidieron quedarse a pasar la noche allí y comentarles el encuentro con aquellos hombres.
Finalmente regresaron cada uno a su casa.
Los dos desconocidos pernoctaron en otro corral a la orilla del camino.
Durante los primeros años de la posguerra española había mucha gente que huía de la Guardia Civil.
Hasta 1948 se identificaba a la mayoría como miembros de la guerrilla de resistencia, los llamados maquis.
Labores infantiles en el mundo rural ganadero
Los niños y niñas, después de salir de la escuela, también ayudaban.
Los niños colaboraban como pastores.
Las niñas iban a recoger las hojas de remolacha a las piezas del Cuadro, Juan Herreros, Santa Juliana, los Regachos, al huerto de la Fuente Santa, etc
Y traían grandes fajos en la cabeza para complementar el alimento de los corderos que estaban en el corral de casa.
También ayudaban llevando un cántaro de agua en la cabeza y otro en la cadera desde la fuente del pueblo hasta el corral del monte para dar de beber al ganado.
Pastoreo de cabras
En aquellos ganados no había cabras, como sí ocurre actualmente.
Cada vecino tenía dos o tres cabras que proveían de leche al hogar y entre todos se contrataba un pastor que durante muchos años fue Benedicto Modrego.
Este pastor recorría el pueblo por la mañana recogiendo las cabras que había en los corrales de las casas y hacía lo propio por las tardes para devolverlas a sus respectivos dueños.
Por cada cabra cobraba uno o dos duros.
A esta pequeña cabrada en Torrelapaja se la denominaba la “vicera del pueblo”.
Funcionó durante muchos años, hasta que en los años 70 las cabras que quedaban iban acompañando los pocos ganados que existían por aquel entonces.
Vacas
Es cierto que nunca hubo grandes vaquerías, como en otros lugares de la geografía española, pero sí que en las casas había vacas suizas que, como las cabras, completaban el grupo de animales del corral y la alimentación de los vecinos.
Cuando desapareció la “dula” de las caballerías (grupo de machos), que se soltaba a pastar en el paraje denominado “El Prado” en las épocas en las que no tenían faenas labriegas, se llevaron allí a las vacas, con un pastor como en el caso de la vicera.
Actualidad ganadera en Torrelapaja
A día de hoy todavía queda en el pueblo un ganado de unas 700 ovejas y cabras, pero pastoreado por un vecino de Clarés de Ribota, que realiza trashumancia trasterminante, al estar parte del año en Torrelapaja y parte del año en Clarés.
Los dos últimos ganados propios de gente del “Lugar” pertenecieron a Jesús Llorente y Marcos Gómez, que continuaron la tradición familiar de sus antepasados Feliciano Llorente y Silvano Sancho.
Vaya desde aquí mi gratitud a todos los pastores que dedicaron su vida al cuidado animal, soportando soledad e inclemencias del tiempo, en una labor no siempre reconocida.
Si quieres hacer algún comentario sobre la vida de los rebaños, vacadas, manadas, viceras, dulas y conjunto de animales de otros pueblos o ampliar la información que aquí se recoge, ya sabes, deja una pequeña reseña en el apartado de comentarios.
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6 respuestas
Muy bien.
Que dura la vida de solo hace un puñado de años!!.
No hay que olvidar el pasado.
Elena
¡Gracias Elena!. Es cierto, la vida ha cambiado mucho. Miremos al futuro, pero sin olvidar el pasado. Un beso.
Recuerdo que el cabrero (Benedicto) tocaba una gaita de latón con la que avisaba a las mujeres del pueblo de la hora de soltar a las cabras. Curiosamente esa hora coíncidia con la hora de ir a la escuela, con lo que las madres «soltaban todo el ganado a la vez».
Gracias, Carlos, por ayudarnos a recordar.
¡Jajajaja, qué bueno! Debía dar gusto salir de casa todos a la vez.
Un placer rememorar aquellos tiempos, que aunque yo no viví, sí he oído contar muchas veces.
De crío intentaba evitar el paso de los rebaños de ovejas por el olor que dejaban a su paso, y ahora … echo tanto de menos las ovejas en Sabiñan que aceptaría gustoso de nuevo el rastro que dejaban las ovejas por las calles.
Gracias Carlos, y ánimo para seguir recuperando la historia de nuestros pueblos.
Jajaja, cambian hasta los gustos…